domingo, 29 de octubre de 2017

PREMIOS TERTULIA JUAN BELMONTE CON TEXTOS DE JESÚS CUESTA ARANA

 IV PREMIOS JUAN BELMONTE

2017, TERTULIA DE CAÑADA DEL ROSAL 


(Textos para ilustrar videos)











El Pasmo pensador (bronce. Jesús Cuesta Arana
       
    




     -          SANTIAGO MARTÍN (EL VITI)
-          TORRESTRELLA
-          GINÉS MARÍN
-          TENDIDO CERO
-          ARJONA, FOTÓGRAFOS
    

 Locución: Juan Belmonte Luque
     
Realización: Jesús Castro
      
Textos: Jesús Cuesta Arana

Fotos; Andrés Alfonso Quiles,Eduardo Porcuna y Lara Menor

https://vimeo.com/238894868 (Pinchar en este enlace,llamado El Rincón del Carrosaleño para ver el acto completo.

Los premiados con los autores de los videos proyectados.En primer plano Jesuli Castro, Juan Belmonte Luque(primero por la derecha) Javier Beca Belmonte (tercero por la derecha) y Jesús Cuesta Arana (cuarto por la derecha).




 Alvaro Domecq con el alcalde de Cañada del Rosal,Rodrigo Rodríguez Hans



  
  



Santiago Martín (El Viti),en la historia y en la leyenda de la Tauromaquia con el escultor Jesús Cuesta Arana

Federico Arnás, eminente periodista,director  de Tendido Cero con Jesús Cuesta Arana


Con Agustín Arjona, una excelencia en todo, un retratista retratado con Jesús Cuesta Arana


Una foto para el recuerdo sin fin: Su Majestad el Viti con Jesús Cuesta Arana, su más ferviente admirador en su persona y en su obra. Cómo el autor de estos textos le preguntara al maestro de Vitigudino si le había gustado el dedicado a él,le respondió: "No me ha gustado, me ha emocionado, cualquier cosa puede gustar pero emocionar  es infinitamente más difícil".

El Faraón de Camas, con Jesús Cuesta Arana.Siempre da ilusión tan sublime momento con un grande entre los grandes y no solamente del Toreo,


A continuación van los cinco retratos escritos por Jesús Cuesta Arana

(Ginés Marín, no pudo recoger el premio,pero envió un video justificándose)

SANTIAGO MARTÍN (EL VITI)

Con unas simples iniciales y la apócope de su pueblo, eleva su nombre y el toreo a rango de realeza: S.M. El Viti. Su Majestad (El Viti). Serio, pero grave y alegre a la vez para armonizar los contrarios. El gozo lo  lleva por dentro como se guarda la pena. Torero de Castilla la Vieja, enterizo, sin adornos, ni recargos hueros. Pero, ¿su proverbial  temple de dónde es? Iguala su persona con su obra a la vez que el temple de acero de su poderosa espada. Espada que no es para batallar, sino para coronar la suerte suprema como nadie. Se retrata en la arena tal como es él. Imponente. Un respeto con terno de finísima seda y oro. El toreo lo viste de luces y él viste de luces el toreo. Demuestra en el ruedo, a las claras, que el torear no tiene geografía precisa, ni líneas imaginarias, ni la emoción tampoco y por ende el ARTE.
       La Tauromaquia del diestro de Vitigudino se dibuja en el alma universal. Maestro y maestría con la capa, muleta y estoque. Razón y corazón. A sabiendas de que el  toro siempre es una aventura, un misterio con dos pitones. Por consiguiente, el torero renace cada tarde y hasta  a veces nace de nuevo cuando roza la tragedia. Nadie sale a la plaza a morir. Nadie. De ahí la seriedad de una pieza de El Viti; aunque por sus venas corran ríos de vida ¿Hay algo más serio que un hombre  ante un toro bravo? La tristeza es una cosa y la seriedad otra. Santiago Martín (El Viti), su Majestad, es un caballero contante y sonante, sin dobleces,  que sale siempre con gravedad en el gesto, al encuentro de la alegría del triunfo. Todo el goce está en el vuelo. Se toma la seriedad en serio, aún en las tardes apoteósicas. Se juega de verdad la vida, como se toma el juego cuando es niño en los días tiernos de Vitigudino. “¿Hay algo más serio que un niño jugando solo?”, se pregunta Gabriel Celaya.
        Diecinueve años de matador de toros donde alterna con las figuras de cartel de varias generaciones: Bienvenida, Ordóñez, Aparicio, Litri, Miguelín, Antoñete, Camino, Puerta, Curro, Ostos, El Cordobés, Palomo, Paquirri, Paula, Capea, Manzanares, Dámaso González…Pero al  Viti, antes de tirarse a las capeas, la madre lo nace torero. Golpes y golpetazos.  ¡Entrega la vida entera y si hay otra, otra y otra para el Toreo! Tiene el sino de ser elegido como uno de los lumbreras de la Tauromaquia. El valor del arte y el arte del valor le labra su interior con temple y coraje excepcional. Remonta la templanza con el carácter y la vergüenza torera. La soberanía de su imagen, impecable, transparente. Desde que toma los trastos por primera vez, el vivir le enseña que torear y saber torear nada tienen que ver, van por vientos diferentes. Por eso eleva su toreo –el Toreo- a lo más sublime. De tal manera que su media verónica, trincherazo, pase de pecho o  el momento supremo no se  despega nunca de la memoria. Nunca. Solo basta con cerrar los ojos. Como los genios es sencillo sin interrupción. La memoria le abre continuamente, como rayo que no cesa, la Puerta Grande. S, de serio, M, de mayestático ¡Santiago Martín, el Viti!


TORRESTRELLA

Poner un pie en los Alburejos, a la vera de Medina Sidonia; es adentrarse en una mística campera donde bulle la fuerza ancestral del toro bravo. Ver allí y mirar, el retrato de don Álvaro, por la estela que dejan las luces sureñas, con sombrero de ala ancha por tiara, como sumo pontífice de una estirpe ganadera sin fin, con el fondo del castillo mudéjar de Torrestrella, inspirador de su hierro o señas de identidad ganadera., No es fácil dilucidar si el legendario prohombre jerezano estira el tiempo o el tiempo lo estira a él. Domina la vida y la vejez o se dobla con ellas con la misma destreza que con el toro más avisado. Alterna con dominio sus facetas como rejoneador  de  excelente vitola, responsabilidades políticas, poeta de altos vuelos, ensayista documentado, conferenciante erudito, agricultor como manda la casa, y sobre todo ganadero de historia y abolengo y para  rematar el cuadro, tiempo sobra para una intensa vida social, bien conocida es su estrecha relaciones con celebridades de la época, a la mente llega Manolete.
       El toro bravo, siempre por dentro, en las entretelas del alma, desde el instante que  se asoma a la vida con la frescura de la niñez. Desde el vientre de la madre escucha el reburdeo  de los animales que le hacen soñar que soñaba: el toro y el caballo. Siempre en el convencimiento que la raza brava nunca se marchita, brota siempre en la raíz y el misterio de la tierra. La vida entera  en el empeño, al afán diario, de afinar y afilar la nobleza y la bravura. Una forma  y una fórmula mágica de crear desde la naturaleza viva y palpitante, a través de los cruces, selección  y juegos consanguíneos, entre la alquimia y la ciencia y el arte donde  el ganadero de Torrestrella, modela lo más cercano al toro ideal, bravo y noble. Con la mente siempre despierta, tratando de descubrir –a veces con inseminaciones– ese toro soñado, casi sobrenatural, que nunca sale, pero siempre se espera. Al fin y al cabo es el toro quien reparte la emoción en la plaza. El toro es el amo y señor de la Fiesta. Si un milagro es ser figura del toreo ¿Qué decir del ganadero? Don Álvaro Domecq y Díez al que hay que añadir otro apellido, Torrestrella, se adentra como nadie en el misterio del animal más totémico y enigmático. El viejo ganadero, después de una fecunda vida, ligero de equipaje se va cielo arriba, pero su obra sigue con la llama encendida a manos de su hijo Álvaro Domecq Romero, también rejoneador de excelencia. Ahí está la historia viva y palpitante como el corazón de la tierra.
       Así remata don Álvaro, su imprescindible libro El toro bravo:”Ya junto a la chimenea, que con su fuego y su luz, me ha dicho de toros, me quedo semidormido, cantiñeando un fandango, que compuso mi hermano (Juan Pedro) un día que soñaba como yo”: La luz del amanecer/ daba en tu reja floría / la luz del amanecer/yo pasé con la corría/ y un fandango te canté/  pa darte los buenos días.
       Con fondo de reses bravas, cabalga  Alvarito, pegado, sin remisión, siempre a su diminutivo de niño eterno, aunque sea todo un señor de respeto, a su lado va perenne la sombra de otro jinete con aura de leyenda. Es fácil adivinarlo.


GINÉS MARÍN

Ginés Marín, a pesar de su juventud no es óbice para ser todo un doctor en Tauromaquia. Es la única carrera en que se puede doctorar, en la más tierna edad, a veces casi en la adolescencia. Ahí está, la historia, Joselito el Gallo, por ejemplo, y un sinfín de casos. Más que un privilegio es una grave responsabilidad. Con prontitud le llega el peso de la púrpura. El público le aprieta más las clavijas. Ya lo advierte con meridiana claridad, hace dos milenios Hipócrates: “La vida es breve, el arte, largo; la ocasión fugaz; la experiencia engañosa; el juicio difícil”. Ginés abunda en la creencia que el artista nace y luego el talento, la aplicación, la entrega, la inspiración hace todo lo demás, con el objetivo final de emocionar, hacer caer bruscamente la conciencia en lo mágico. No tarda en asimilar que la juventud no es un tiempo de vida, sino un estado de espíritu. Quien sabe y siente la belleza por los poros jamás envejece.  
       Madrid 25 de mayo de 2017, día señalado pasa siempre,  gracias a la divina bolita sale en suerte el toro Barberillo de Alcurrucén. Al mismo tiempo que aparece un sueño por la puerta del chiquero, al joven torero se le empareja con otro sueño interior por la Puerta Grande. Dos sueños en uno y un triunfo verdadero. Cuando los sueños se palpan, señal es que se está despierto. Para Ginés el sueño nunca duerme ni de noche ni de día. ¿Que es la vida al lado de un sueño?
       En el planisferio sentimental de Jerez de la Frontera, Medina Sidonia, un niño “rubichi” se le enciende la afición de la mano de su padre, Guillermo Marín, picador y guardia civil ¡tricornio y montera! Caso único. Ya no hay vuelta atrás al chaval despierto y tímido a la vez le soplan los primeros vientos toreros. Luego el tren toma rumbo a Badajoz, la Escuela de Tauromaquia, Olivenza, otras atmósferas que traza ya a un torero. Camino hacia el triunfo a sabiendas que como las musas, la suerte llega cuando se torea, se está delante del toro. El misterio está en la perseverancia, capacidad, sacrificio, vocación y sobre todo amar con pasión lo que se hace.
       Ginés Marín, levanta pronto el vuelo, tiene que llegar la hora y el momento de que el sudor se transforme en lágrima emocionada. Ocurre como está escrito. Si no se está preparado para llegar a lo más alto no debe sorprender nunca el fracaso. El torero jerezano-oliventino presenta el alma tranquila, pero de hervor interior, habla templadamente, sin esforzar,  cada palabra, cada gesto. Sencillo como los grandes. Al socaire de la filosofía belmontina, su interior, se transparenta  con su acento torero.
       Quedan todavía muchos Barberillos por salir y puertas grandes y…
Ginés Marín de vida flamante, sigue y sigue la historia, paseíllo a paseíllo, siempre en la fe ciega del certero aforismo de Antonio Machado: “Hoy es siempre todavía”.

                                           
                                         TENDIDO CERO

Tendido Cero viene a ser una suerte, por entrega, de la vida y prodigios del Toreo. Su  finalidad es interesar a los públicos en general y a los entendidos en particular. Es sin duda el programa taurino por antonomasia. Con más predicamento  por su contenido, formato, y contrastada profesionalidad. Un paradigma. Desde aquella primavera, abril de 1986, cuando se abre a la luz y a las ondas, es fiel espejo y reflejo de la Fiesta, desde sus múltiples perspectivas y miradas.
        Encomiable Fernando Fernández Román y sus colaboradores, por sus labores ponderadas y doctas tanto en la información como en las añoradas retransmisiones en directo. Tras uno y mil avatares ahí está Tendido Cero, siempre con su terno de luces por estrenar. Abierto,  sábado a sábado,  a un nuevo paseíllo con las ilusiones despiertas y la afición que no cesa. Siempre, acorde con los tiempos, desde la claridad, la amenidad, la  crítica responsable que exige tres saberes elevados por la divina gracia y el talento. Un saber histórico, el conocimiento amplio del devenir de la tauromaquia desde sus inciertos orígenes. Un saber técnico sobre el rico muestrario de las suertes y sobre todo valorar ecuánimemente el concepto de cada torero. “Ca uno es ca uno”, dice el fabuloso Rafael el Gallo. Un saber teorético o teórico que trata de indagar el toreo y su relación con la vida humana. Sin palabrería, juego florales y gramática parda. Con buen decir, la palabra lo más ajustada y correcta posible, sin casticismos, ni vulgarismos extemporáneos. Conscientes siempre que a información sin contrastar sesgada o partidista aliena la cultura periodística. El Toreo, es un riquísimo compendio que abarca todas las disciplinas artísticas, científicas y culturales. Guste o no guste.
     Puerta de los triunfos para Tendido Cero, de par en par siempre, con su encomiable equipo redactor, impoluto, elegante, de quitarse la montera o el sombrero: Federico Arnás, Javier Hurtado, Belén Plaza, Carlos Villasuso y un soporte técnico con la realización impecable de Miguel Ángel Esteve, la minuciosa producción de Raúl Vicente, completan el cuadro Mara Esteve y Mario Bacho y otros nombre anónimos indispensables que afiligranan  con maestría las crónicas, información, divulgación, entrevistas, retratos, efemérides, con sus  imprescindibles gotas de humor, desenfado y poesía para atenuar, en lo posible, los vientos de tragedia, por mala sombra, que a veces sopla.
       Tendido Cero, número mágico, no solamente representa el vacio, sino un punto de partida que carece de principio y fin. Una enigmática claridad que puede serlo todo, como ausencia de limitaciones en mundo material. Eso es Tendido Cero, un tendido, no visible, que existe y no existe. Con la tangible realidad que cada sábado aparece encendida, a toda pantalla televisiva. Espacio para la afición vieja y por descubrir –con la ilusión del niño por los dibujos animados–,  para ver de cerca, a un palmo de la vista, por donde va y viene el norte y el viento del Toreo. ¡Va por Tendido Cero!


                                                ARJONA

En el principio es un hombre pegado a una cámara fotográfica con más pasión que afición ¡Qué ya es decir! Se llama Agustín González Arjona. Retrata la Época Dorada del Toreo: José y Juan. Un cazador, un captador, del momento fugitivo. Corre flamante el siglo XX. Se hace su propio álbum donde guarda buen retazo de la memoria colectiva sevillana y de la Maestranza. Además, por si es poco, le da al dibujo que es un primor. Un  artista en suma. Pero la voz de la sangre aprieta por dentro, sin descanso, hasta que aparece encuadrado en el objetivo el retrato de la casa por excelencia: don Pepe Arjona. Con él la historia se queda corta. Su vida como la buena soleá de Triana no cabe en el papel. Irrepetible, como cada una de sus fotografías. En cada imagen se autorretrata aunque no aparezca él físicamente. Un fotógrafo de seda y luz. Vestido de luces. Torero quiere ser. Compañero de afición del Sócrates de san Bernardo, de Manolo Vázquez, y también con Ordóñez, el coloso de Ronda, llega a pisar la arena. Hasta vestido de torero, entre los trastos, no falta nunca la cámara de su alma. Difícil es saber, a  ciencia  cierta,  si es un fotógrafo torero o un torero fotógrafo. Lo mismo le llega el soplo divino.  Cuenta el periodista Juan Belmonte Luque, que le oye decir a su padre, inolvidable Juan Belmonte Fernández, matador de toros, que a su tío el Pasmo de Triana le encanta ver torear en la placita de Gómez Cardeña a Pepe Arjona: “A ver, que-que-que- salga  el fotógrafo que quiero verlo”. ¡Qué grandes fotos le tira al genio trianero! Lo capta como nadie con su magia y tragedia en claroscuro.
      Con Agustín Arjona la firma persiste, brilla, con sus mejores bordados. Perfeccionista. Estudioso. Observador. Casa como nadie la ciencia y el arte de la fotografía. Se arrima y domina, con grandeza, tanto el toro en la plaza como en el campo, –hasta llega a sentir de cerca el bufido inquietante del animal bravo en algún festival–. Crea un estilo, agarra el instante preciso cuando la estética alcanza su máximo esplendor, porque  a través del objetivo poetiza siempre con la mirada. Trae un latido nuevo, acorde con los tiempos, aunque, eso sí, con la misma pasión de aquellas fotografías sepiadas, amarillentas y en blanco y negro de los antepasados. Las mejores imágenes son las que alborotan por dentro. Las que empatizan en lo posible con los demás. Mirar con el  pensamiento en otras miradas. Eternizar los momentos que pasan desapercibidos. Agustín entra de lleno, como su padre y  toda la generación Arjona, que para expresar la  Fiesta, desde cualquier disciplina, artística si se sabe torear o se vive intensamente, mejor que mejor. Marcados todos, con el peso de la herencia, en la misma voluntad de ser figuras.
       La leyenda no cesa desde el primer Agustín, Pepe el mítico, Agustín, Joaquín, otro Agustín, todos en la misma sangre  crean toda una hemeroteca  y  nutrida bibliografía de imágenes imprescindibles para  ver, sentir, estudiar y comprender la Fiesta de los Toros.  Cada uno desde diferentes épocas  aporta  su talento y llamada ingénita con amor apasionado, maestros en la luminosidad, la sombra y la composición, una fotografía, desde su quietud, es una obra de arte, que invita al movimiento. Todos, carne de leyenda. Publicaciones como Dígame, Diario de Tánger, El Ruedo, Fiesta Española, ABC, El Correo, Aplausos, Diario de Sevilla,  Nuevo Burladero, Tauromedia, y puntos suspensivos, lo corroboran.(Hasta París Match le publica una imagen de Ava Gadner que da la vuelta al mundo). En fin, un exquisito Mural de la Fiesta que abarca todos los ángulos y perspectivas y un nunca acabar de retratos de protagonistas, desde la celebridad, al personaje más conspicuo o a  la gente humilde, ya sea en el bulle-bulle de la ciudad y la atmósfera quieta del campo. Y la   cuerda del reloj no para aunque le quiten las manecillas. Todos ellos, sin solución de continuidad  escriben con luz, eso significa la fotografía, una Historia universal del Toreo, su magia y su mundo, a veces con sombras mal avenidas, retratos a retratos. Imágenes sobre imágenes.
       La fecunda obra de los Arjona no hay goma que la borre porque está, al unísono, en la memoria y en la historia y además con alma propia. Son antes que nada  retratistas que salen a torear con la mirada, cada tarde, por los siglos de los siglos, –ya pasan más de cien años, cuatro generaciones– y lo que queda por bailar. Siempre, si se atiza la imaginación, aparece una mano invisible que firma: ARJONA.

 Fragmento escultura El Pasmo pensador, (obra de Jesús Cuesta Arana)