PREGÓN FIESTAS DE SAN JORGE 2013.
POR JESÚS CUESTA ARANA
(Hijo Predilecto de la Ciudad de Alcalá de los Gazules)
Ilmo. Señor Alcalde,
Dignísimas Autoridades civiles, eclesiásticas y militares, Señoras y Señores
que ya pregonaron, Querida familia, Respetable público. Todos en la amistad.
Por primera vez, con el nervio del debutante, me doy
el orgullo de ser pregonero en mi pueblo. Si antes no lo hago -me invitan a dar
todos los pregones posibles, desde los religiosos a las festividades populares-
culpo tal vez al miedo escénico, que va
retrasando el minutero, hasta que ha
llegado el año, el día y la hora. Puede que se deba a una pregonada timidez. Y
aquí me tienen. al socaire del fandango de Maera, recordado cantaor alcalaíno, que de niño escucho en un tablado en la
Alameda:
Yo no sé lo que le pasa
al cantaor de taberna
que cuando sube al escenario
le tiembla las piernas.
En ese trance me veo yo ahora, menos mal que, después de los primeros capotazos, por experiencia, se pasa el miedo y ya se expone uno a la voltereta o al revolcón.
Es de ley que el que
expone se expone. Lo mismo que el que pregona se pregona así mismo. Aunque sea
voceado con idénticas palabras no hay pregón igual, como no se parecen tampoco
-aunque se diga lo contrario- dos gotas de agua.
Voy a vocear -desde
dentro- este pregón como lo veo y lo siento, en presente histórico, para que
estemos más próximos en el tiempo, si es posible.
Hoy me tomo el oficio
de las campanas para pregonar un
acontecimiento religioso, festivo -y vinícola- que todo hay que decirlo.
Aunque resucitada hace poco tiempo, las
fiestas de san Jorge, en su expresión popular, es un sucedáneo de aquellos toros de cuerda o
gayumbos, en el siglo XIX, que se sueltan por las calles en fechas tan
señaladas como el Sábado de Aleluya, la Fiesta de san Jorge y el Día de la Cruz
de Mayo: la memoria retiene al célebre toro “Ciriaco” que tanto susto, juego y
holgorio suministra a la concurrencia. De tan bravo como es el animal berrendo, su piel se expone en la Alameda a la veneración popular
¡Son tiempos de color sepia!
La celebración de
ritos populares o fiestas con toros se remonta a la civilización cretense, y
por todo el Mare Nostrum (3.500 años) se extiende hasta abarcar la bien llamada
Piel de Toro. Ahora, en pleno siglo XXI, los festejos con sueltas de reses
bravas cruzan su momento de mayor esplendor ¿Cuál es la clave? Queda mucho por
investigar. Quizás esté en la fuerza de la tradición y la transmisión oral.
Donde acuda la
juventud hay larga vida. Y las fiestas de san Jorge dibujan un hormiguero de
gente nueva. Basta con echar una ligera ojeada.
Ya que estamos en
esta atmósfera y lugar de fervor religioso. Apuntar que este tipo de diversión
popular tiene su reflejo con motivo de celebraciones religiosas. Una vez, sacan
a un santo para interceder por la peste que diezma al país. La epidemia cesa.
Luego, se hace la promesa de correr un toro para rememorar el milagro. En este
punto, llama la atención que muchas fiestas de este jaez, se celebran al amparo
de festividades religiosas. Sin embargo, varios papas optan por su prohibición,
alegando que exponer la vida de tal manera constituye un atentado a la
inmoralidad. Un suicidio.
¿Cómo pregonar una
fiesta que se pregona por sí sola? Voy a tratar de salir airoso del trance. Lo
mismo que en las obras de Veermer o en Las Hilanderas de Velázquez,
donde se pinta un cuadro dentro de otro,
o en el teatro de Pirandello, donde se ve una escena dentro de otra escena. Voy
a tratar de mirar el pregón dentro de un pregón o mejor dicho: un pregón dentro
de los pregones que se oyen en Alcalá.
En una suerte de la vida voceada en un pueblo. Los pregoneros ocupan un lugar
de privilegio en la variopinta galería de personajes populares. Unos referentes
y modelos para comprender mejor los usos y costumbres de la vida cotidiana. El
ingenio popular para vivir o más bien para sobrevivir. Los pueblos meridionales
- la gente del sur nuestro- son más fértiles en imaginación, expresivos e
impresionables. Pregonan sus mercancías más poética y artísticamente. Cada uno
con sus propias estrategias, veteadas a veces con la picaresca y la granujería.
Pero siempre ofrecen una nota de color al páramo de los tiempos. Una cosa es
vender y otra saber vender. El pregón,
en esencia, en su genuina expresión es un reclamo publicitario, luego hay que
rizar el rizo en la persuasión y el regateo. A lo sucinto del pregón, con su palabra justa, hay que añadir la buena
labia, la buena vista o el “buen quinqué” y sobre todo conocer el género. El
secreto está en dar énfasis, acentuar o arrastrar las palabras para que suenen.
Lo mismo se airea un bando que se vende minerales, plantas, animales,
alimentos, vestido y toda clase de cacharrería. A cada cosa su tiempo, a cada
tiempo lo suyo. Un muestrario de memoria sonora de las voces de un tiempo en
Alcalá. Gritos que quedan grabados en el aire de los recuerdos.
Alcalá, desde el
alba, hasta el lubricán o al fenecer el día y a veces en la alta noche, se
figura como un surtidor de voces que se renuevan, cada día, como el agua del
cantarito fresco. El pregón encarna una publicidad gratuita e inmediata, sólo
cuesta y se gasta la voz. La forma más antigua de anunciar. En los tiempos de
san Jorge, precisamente, en la Roma Imperial, surge el pregón (praeconium), que
viene a ser una promulgación, o publicación en voz alta en los sitios públicos,
que conviene que todo el mundo se entere. Con la figura de los praecones
que son claros antecedentes de los pregoneros en sus diferentes modalidades. De
manera que, el santo nuestro del caballo blanco (pureza) y el dragón (pecado)
ya escucha de viva voz a los pioneros del pregón.
Vamos a abrir este
álbum sonoro y sentimental, que nos va a trasladar a la vida de Alcalá, con el
soplo de aire renovado que viene a refrescar de vez en cuando la memoria.
A eso de rayar la
mañana, con el reino del frío y la cafetera echando humo, como pequeña
locomotora, con los ojos todavía fruncidos por el sueño, los chiquillos
preparan el portalibros a la vez que los mayores se disponen a la brega diaria,
mientras que de la calle llega la primera voz de la mañana: “¡Calentitos los
llevo!” “¡Cuidado que queman!” Es Juan Panera con la canasta a reventar de
molletes que parecen soles blancos. O tal vez lunas blancas. A la vez que entra
en competencia un zagalete: “¡Molletei
que están calientei! Molletei!”
Sustituye la ese por una i en un extraño
apaño lingüístico.
No cuesta imaginar a
los panaderos -toda la noche en vela- en las tahonas, modelando y
horneando las obleas gordas de los
molletes y las teleras de pan que ya esperan el primer aceite, manteca con
zurrapa y ánimo de la mañana.
A la vez que el sol
va repellando, poco a poco, por el cielo arriba , antes del canto del mediodía
,en las calles adoquinadas con fuerte aroma medieval, se levantan las voces de
los hortelanos: “¡Qué tomates y qué papas como las del Vaticano!” “¡Hace un
rato estaban en la mata!” “¡El melón escrito carnudo y superior!” “¡La sandía
gorda!” “¡La fruta del tiempo!” “¡Mira qué acelgas y qué lechugas!” “¡Los
rábanos y los pepinos!” “¡Ajos! ¡Los ajos!” “¡Zamboas gordas y tiernas llevo!”
Mientras van dejando atrás un tufillo a manzana y a yerbabuena.
Ya con el sol
partiendo el cielo en dos, como el chorro de humo de un avión, Felisa la
gitana; toca negra de lana con flecos, hasta en verano, renegrida como una
corteza de pan del Mauro, en un cestito de pleita porta labores de punto y
crochet que pregona rajada la voz, como el frío raja en las noches de invierno:
“¡Patines!” “¡Gorritos!” “¡Toquillas!” “¡Abriguitos pa los angelitos!”
Muchos años atrás
-según oigo referir a mi abuela Ana-, de vez en cuando, se presenta un hombre
de la parte de Sevilla, ya entrado en años, largirucho y muy escaso de carne, que recuerda el espíritu de
la golosina. Al contrario que los demás no suele recorrer el pueblo, sino que
se aposta en un lugar fijo. Tiene tan potente y grave la voz que parece que
sale desde el fondo de una tinaja. Se oye en la mitad del pueblo y en la otra
también. Su pregón: “¡Alitas pa los ángeles!” Se trata de unas alitas de
papel o algodón para disfrazar a los niños. Una delicia pregonera.
Con la mañana en todo
su furor, en la curva de la Alameda, un hombre voz en grito lee un papel, bueno
hace el paripé: no sabe leer. Para tal menester se acompaña de un guardia
municipal que hace las veces de apuntador. Como una vez a Ragel el basurero
(Rengel) no le salga la voz de dentro, Juan Úbeda (Juan el gitano) que le toca
apuntar, le conmina: “¡Más fuerte, hombre, que no se oye ná!” La voz
sube pero el pregón queda así:
De orden del señor
alcalde ¡más fuerte
hombre, que no se oye na! Se hace saber que esta tarde de
tres a seis queda cortado el suministro de agua por avería en la acometida.
Una parábola de la
inocencia entronizada.
El mañaneo se va cubriendo cada vez de más
voces con el gritar destemplado de Pichorto el Viejo: “¡Por una gorda rajo uno
y por dos reales, seis!” En una suerte de adivinanza o acertajón (Higos chumbos). A pocos metros, Garrobo con muy poquita voz, cuya onda expansiva no
llega a los diez metros: “¡Con esta frescura engordan las criaturas!” “¡A ver
quién lleva estas brevas! Voces y más voces y eso que todavía no ha engordado
el día: “¡Palmitos!” “¡Tagarninas sabrosas y tiernas!” “¡Espárragos trigueros!”
“¡Cabecillas de alcauciles!” “¡Madroños!”
Mientras que por la
calle abajo, la imagen del viejo calero se desliza pausadamente. El pueblo de
palmo a palmo. Caiga el solitrón o más agua que cuando se ahoga Bigote:
“¡Niña la cal blanca, el calero, niña el calero!”. Detrás de aquella piedra
blanca que hierve en el agua, hay mucho sudor acumulado. El recuerdo siempre de
la calera del Pozo de Enmedio. Parece mentira que de un montón de piedras
oscuras y mucho “monte” cortado resulte el prodigio de la cal. El portento de
pintar de blanco cegador
a todo el pueblo de Alcalá. El blanco violento de la cal andaluza. Un milagro
del fuego y de la piedra.
Otras veces, casi
siempre desde el fondo de la mañana, rompe la tranquila actividad el sonido del
chiflo, un hijo menor de la flauta griega del dios Pan. Se divisa a un hombre con un híbrido entre bicicleta y carro, que le sirve tanto
para desplazarse, como mesa de trabajo. El artilugio se apaña con un ingenio de
piedras rotatorias. Es el afilador. Asegura la gente al oír el pitido: “¡Va a
mudar el tiempo!” “¡Ya está aquí el amolichi! Aunque el sol caliente;
pronto asoma un nubarrón. ¡Y agua! ¡El testarazo de agua! El silbato del
afilador, sigue sonando todavía, como un soplo ardiente del aire que la memoria
nos regala desde su silencio apasionado. Un
reducto de la nostalgia.
(Mientras ando en la
faena de idear y redactar este pregón, será una casualidad de las casualidades -no
digo yo que no-; en el centro de Sevilla, en la calle Hernando Colón, a
contados pasos de la Giralda, al pasar por allí veo a un afilador de porte
cañí, en vez de bicicleta usa moto, toca varias veces el pito cuyo sonido se
pierde en la barahúnda, el ruido de la calle. Es día 21 de marzo. Luce un día
primaveral, incluso el calor aprieta. Al día siguiente, amanece lloviendo.
Misterios y supersticiones que trae la vida).
En una especie de
diálogo abierto, con el tiempo y sus caras perdidas, en la sinfonía blanca que
son las calles del pueblo, sigue sonando la mañana. La vida de Alcalá contenida
en una sucesión de pregones. “¡El limpia! ¡El limpia!” “¡Dejo los zapatos como
el charol!” Al Betunero con Franco en todo lo suyo le dicen El Republicano. Una
rareza. Pero otra rareza más grande todavía: también hay un guardia municipal
que le apodan República. Y todavía más:
Currito el Guapo, cuando se carga de vino -lo que ocurre más de lo preciso y
conveniente- grita a veces en la alta madrugada “¡Viva el Rey y viva la República!” (La ingenua
contradicción lo salva y la autoridad se hace la vista gorda). Tres voces mirlo
blanco en unos tiempos refractarios -como el agua y el aceite- de todo lo que
suene a libertad. Un simpático guiño a la historia.
Cuenta mi madre que
de niña, sobre todo con el viso de la primavera, llega un hombre muy escaso de
estatura, mostachón espeso como un cepillo y chapeo de palma enorme, que más
parece un sombrajo que otra cosa. La gente chistosa dice que el buen señor, con
tal tocado, aparenta un ratón debajo de una taza. Pregona así: “¡Al piruli de
la China! ¡Al pirulí del Japón!” Detrás siempre lleva una patulea o una
gurrumina de niños que les canta en tono jocoso:
El tío del pirulí
tiene unos grandes bigotes
que le llega del
cogote
del cogote a la nariz
¡El tío del Pirulí!
¡Piruli! ¡Piruli!
¡Piruli! ¡Piruli!
Al hombre según le viene la veta reacciona, de
una manera u otra. Es decir, de buen grado o echa sapos y culebras por la boca
de tanto berrenchín. Nunca se sabe de dónde viene el tío del pirulí. Aquel
hombre raro. Un misterio.
Otro personaje que pide salir del cajón de
la memoria es el arropiero, llega desde el Puerto de Santa María. Otro
hombrecillo, de escasa estampa, presenta
por la parte de la coronilla un lobanillo como un huevo de dos yemas,
que sobresale entre la maraña de pelo crespo y grasiento. Viste terno muy
sobado, de los tiempos de María Fojingue. A veces, hace sonar a la vez una
matraca, lo que le proporciona más contundencia al pregón, que entona con
saborcillo arabesco:
“¡Arropías de
Turquía derechitas y retorcías!”
(La arropía es una tira recta y alargada de
color rosa fuerte y blanco, formando una trenza, hecha a base de caramelo).
Pero si hay un pregón
intemporal que se instala para siempre en la nostalgia, lo traza cada día Ramón
el Latero, con su soniquete de jarcha moruna: “¡Yo el latero!” Imagen que nunca
se traga el olvido -por mucho que trabajen las manecillas o los dígitos del
reloj- la de aquel hombre de boina capona y calada ya con mucha batalla, como
la chaqueta de dril con una y mil vueltas. Grave y serio, al que la
pobreza no resta cierto aire de
elegancia y saber estar natural. Camina algo derribado por el lado donde cuelga
el pesado cajón de las herramientas. Gobierna lo mismo un paraguas, que una
olla o que una sartén. Todo lo que sea susceptible de ser soldado. A veces
alguien le protesta: “¡Más vale comprar un cacharro nuevo que repararlo!” Entre
dientes, el humilde latero masculla herido
en su dignidad: “¿Usted sabe lo que vale el estaño?” Ramón el Latero,
con su pregón tan pegadizo, todavía parece que de un momento a otro va a sonar
su voz por cualquier sitio que marque la brújula. Eso parece. Da la sensación.
Hace tiempo que muere y con él se va también su oficio.
Con el pueblo en chiribitas,gobernado por las calores, ambulando por la calle va un muchacho, por todo el
mapamundi del titirimundi alcalaíno, que empuja un carrito blanco, con dos
tapaderas en el lomo, que con sólo verlo da frescor: “¡Al rico mantecado
helado!” Mientras que, por la otra punta de la calle, un hombre con borriquillo
moruno cargados de tiestos de barro deja sonar con soniquete calé: “¡Cántaros
frescos de Lebrija!”
La maquinaria de la
memoria sigue repoblando la mente. Como tratando de rescatar los fantasmas
perdidos en la niebla. Hay otros pregones que se elevan en el tiempo y en el
espacio, no tienen estación ni hora, suenan lo mismo en la niñez de la mañana
que ya bien aventajada la tarde.
Curra la Gitana.
Morena cañí y ojos verdes como la aceituna gordal, con su voz bronca y media
lengüeta da al mensaje cierto toque surrealista ¿Cómo se puede interpretar, a
oído pronto, la comparación de un macho cabrío con el combustible que da lumbre
y amor al brasero, a la copita? “¡Picón gordo como cabrón! (Carbón, quiere
decir). Cuando se despide el invierno se afana toda ella en otro menester. “¡La
cal branca como el albodón!” Vende lo mismo el blanco que el
negro. Los dos productos hijos de la candela y del fuego. Una vez al contemplar
un retrato de Antonio Machín no se puede contener: “¡Ojú, el gachó
es más negro que lo que yo llevo sufrío!” Graciosa como ella sola. Se
ríe hasta del hambre y de su sombra también.
Llega el circo. Ya el
altavoz, con su sonido metálico, empieza a marcar el declive de la viva voz. Va
a marcar una línea imaginaria, es como una radio en movimiento; aunque la voz
sale gangosa con muchos ruidos parasitarios: “¡Gran Circo Price!” ¡“Por primera
vez en Alcalá”! ¡“Dos únicas funciones”! “¡Con Pinito del Oro la mejor
trapecista del mundo!” “¡Y los inigualables payasos, Hermanos Tonetti!” Al
mismo tiempo, a la par, los chiquillos andan revueltos y deseosos de entrar en otros nuevos
territorios donde se ven leones, tigres, jirafas, panteras... como en los
cuentos de aventuras.
O aquel velonero que
viene de la parte de Lucena golpeando
¡clic-clic! los objetos de metal a modo
de campanilla, a la vez que va alumbrando la voz en esta deliciosa rima:
¡El velonero
va por la calle,
con su campana
dale que dale!
El castañero, ya con los vientos cercanos de las Pascuas, con su olla
pintada de yeso a modo de anafe ambulante, chorreando un torrente de humo,
empalmando, una y otra vez, la misma retahíla en graciosa ironía: “¡A una peseta
el cuartillo y algunillas salen sanas!”
Al aire de la
Plazuela, aunque era azacana, aguadora, eventualmente, se ve a María Perico,
más que pregonar habla a los viandantes: “¡Alhucema y espliego pa quemá!”¡
“¡Llevo también el orégano pa las aceitunas!” “¡Y el perejil que también
es bueno pa el mal aliento y la yerbabuena que mata las lombrices!”
Voces y más voces van
conformando el mural sonoro de la vida diaria. Perdido en la lejanía se oye una
voz anónima con mucho aguardiente y tabaco en la garganta:
¡Buscad por los rincones
que crían chinches y
ratones!
¡El trapero!
¡Que se va el
trapero!
Y la estampa
rezumando ternura de Manolito Cielo -sin hora precisa- ofreciendo un ramo de
flores de papel, a modo de biznaga, que el mismo realiza y que lleva pinchado con un alambre a una patata gorda. “¡Llevo las flores que no hay
que regar! ¡Le echa usted colonia y son de verdad!” Manolito Cielo -¡qué bonito
sobrenombre!-, es el padre de Juanito Rarro, sin ilustración alguna, ni
siquiera saber firmar para el avío, también es perito y descifrador de las
estrellas y astros del firmamento, meteorólogo infuso y profeta certero. La misma noche que salta
la guerra con sus ríos de sangre -18 de julio de 1936-, se produce un
corrimiento de estrellas, las llamadas lágrimas de san Lorenzo o las Perseidas.
La gente asombrada le pregunta a qué se debe tal fenómeno: “Lo mismo que corren
las estrellas así vamos a correr nosotros” La respuesta. Y así es. Lo canta la
historia.
“¡Ya está aquí el loco
de los caramelos!” Dice la gente al oír el
emocionante pregón de Macandé. Parece increíble que tal descomunal voz,
llena de contrastes flamencos, habite en un cuerpo tan endeblito. Caramelos
agridulces como fiel reflejo de su vida que siempre se pintó estrecha. Nunca
los canta igual, depende de la inspiración del momento. Muy personal con aires
asturianos. Macandé está hoy en la historia del cante flamenco. Su quejío-pregón con tanta sangre gitana
llega como un estremecimiento y eso que el hombre ofrece endulzar la vida:
Y a la salida de
Asturias
y al entrar en la montaña,
y al entrar en la montaña,
fabrico mis caramelos
pa yo venderlos en España,
los llevo de
menta,naranja y limón
de Lagartijo y Guerrita
de Joselito y Belmonte y de Vicente Pastor.
de Joselito y Belmonte y de Vicente Pastor.
Los caramelos, no lo
fabrica en el lugar donde los canta, sino en La Línea de la Concepción, Cádiz y
Vejer de la Frontera, donde vive por un tiempo. Ya no quedan viejos alcalaínos
que se acuerden de tan imborrable pregón y personaje mágico.
El Gran Potoco de
Alcalá se pasa la vida entera viendo la gloria venir. Gloria que nunca llega.
Hasta el último suspiro quiere triunfar en la torería pero los toros se le
vuelven, por fas o por nefas, molinos de viento. En el Paseo de Mochales (Paseo
de la Playa) suele colgar en una larga berlinga aviones de madera, de su
creación, que las ráfagas de viento los hace volar, como si fueran de verdad.
En vez de vocear la mercancía, delirante, se pregona así mismo:
Alemania tuvo fama,
por sus grandes inventos,
pero hoy Alcalá la
supera
y bien demostrado
está,
por esta gloria taurómaca
nacida en Alcalá.
Sigo pasando el álbum
de los sonidos: Los moros con chilaba y fez pregonando alfombras en un mundo de
poco lujo y poca casa: “¡Paisa
alfombras de Persia!” El puesto de los tejeringos a la orilla de la Alameda
regentado por Joaquina y sus hijos. Esta vez, el jumerío que invade
media atmósfera del pueblo, con su aroma de calentitos, hace las veces de
pregón. El humo es la voz. Lo mismo que el oficio de campanero, que en vez de
pregonar con la voz, lo hace con las campanas. Digamos que la torre se humaniza
y pregona con sus campanas a la vez la tristeza (dobles) que la alegría
(repiques).
En el hueco de la
madrugada, en la madurez de la noche, la voz del sereno parte el silencio. En un pregón solitario
entre el sueño profundo y la duermevela o la vigilia. Marcando un tiempo
cronológico al compás del tiempo atmosférico: “¡Las tres y sereno! ¡Las cuatro
y estrellado! ¡Las cinco y lloviendo!” De esa imagen ahora mismo llega el recuerdo.
Cuando asoma la feria
todos los sonidos se mezclan en un pregón conjunto: La diana floreada al abrir
la mañana, la voz del tío de la tómbola o del vendedor de los algodones de
azúcar y la manzana acaramelada en rojo pasión y el buen turrón de Jijona. Todo
un frenesí. Algarabía y desconcierto de sonidos que queda prendada
para siempre en el alma infantil. “¡Ya está la rata debajo de la lata!” se
trata de una rifa, donde el roedor o la roedora, para ser más políticamente
correcto, después de unas vueltas,
señala con el hocico el número premiado, que nunca toca, seguramente está
advertido el animal. Pero la gente sin maldad pica; caen como chorlitos, como
lo hacen todavía con los trileros. Entremedio, de tanto barullo, las cunitas de
Botones. Todo el universo-pueblo se sube a aquellas barcas volanderas como
buscando el mar en el aire. Al grito entusiasmado de Botones, el guardia
municipal y feriante, al tiempo que aporrea con dos cucharas en una lata
grande que cuelga en un palo a modo.
“¿Queréis más?” Los niños al unísono gritan a más no poder. ¡¡¡Siiiiii!!! y la
réplica de Botones “¡Po toma ya!” Parabapachin-pachin-pachin.
Botones con expresión de ángel viejo y rabijuo,
azuza a los niños a que fueran felices,
como un Peterpan que a veces se pone uniforme verde lagarto, gorra de
plato y gasta vergajo.
Y el carnaval, donde
todo el mundo sale pregonado. Hasta los mismos chirigoteros (Los gitanos
señoritos) se autorretratan rima rimando con gracia repajolera:
Este que el bombo lo toca
es Perico el fragüero
el de la caja Juan Cosa
y el otro Bichito el Viejo,
También tenemos a Vallejo,
a Bichito y a Aspirina
que cuando se ven paraos
van a coger tagarninas!”
Este que el bombo lo toca
es Perico el fragüero
el de la caja Juan Cosa
y el otro Bichito el Viejo,
También tenemos a Vallejo,
a Bichito y a Aspirina
que cuando se ven paraos
van a coger tagarninas!”
Suena el final de los años cincuenta. Y la eterna murga del paro que nunca cesa. Nihil sub sole novum (No hay nada nuevo bajo el sol). Lo dice la gente romana hace la friolera de dos mil años.
Cuando se dibuja la
Semana Santa y alguien -una mujer o un hombre- desde un balcón florido pregona
el dolor de Cristo, en una saeta primitiva a la Virgen de los Dolores, al
Nazareno o al Santo Entierro.
Mira por donde viene
nuestro padre
Nazareno
por cada paso que da
huele a lirio y a
romero.
Así se oye cantar a Genoveva,
la mejor saetera de Alcalá, que llega a cantarle al Nazareno desde la cerca del
Beaterio y se oye tan cercana, tan cerca, que parece estar allí mismo ¡Qué voz más
imponente! ¿Qué es una saeta, sino un pregón al dolor de Cristo y su Madre?
Llega la Romería a la
Virgen de los Santos y todos los romeros la mecen en brazos, como si fuera una
criaturita. En una inversión de papeles: en vez de llevar la madre a sus hijos
en brazos, son ellos los que la llevan a ella, en un grito fundido en el metal
del aire:
¡Viva la Virgen de los Santos!
¡Viva Nuestra
Patrona!
¡Viva la Madre de
Dios!
¡Viva!
¡Guapa! ¡Guapa! ¡Y
guapa!
A la vez que un deseo
es un pregón que no cesa. Un pregón sin tiempo ni espacio. Alargado del cero al
infinito. Con el fervor de los alcalaínos a su Virgencita Madre el tiempo no
pasa; ni acaba, siempre arranca, empieza.
Las Navidades con
todas sus luces, buñuelos y zambombas figuran sus pregones en forma de
villancicos inmortales:
Campana sobre campana
y sobre campana una
Asómate a la ventana
y verás al niño en la cuna!
O este otro:
¡Ya vienen los Reyes Magos
caminito de Belén!
Y el remate de los tomates:
El borrico está en las coles
asómate y lo verás,
hasta los tronchos se come
el
pedazo de animal.
Pero
mira cómo beben
Los peces en el río…
Los peces en el río…
Toda voz que suene alta es siempre un pregón.
Y hasta la muerte se mal
pregona por las calles de Alcalá. Luis el Petrolo, es un vendedor de periódicos
de los tiempos de la República. Aquel día de enero de 1933, cae más violento el
hielo sobre el frío. El monstruo de la represión asesina a 20 criaturas, que
solamente pedían a gritos salir de la miseria. Voces indeseadas que nunca se
deben oír: “¡Una tragedia mu grande! “¡En Casas Viejas ha corrío
la sangre!” “¡Viene en el ABC!” “¡Y en el Diario de Cádiz!”
Otras voces para la
tristeza que suenan lejos de aquí; pero
suspende el ánimo a toda la gente de Alcalá: una fecha 25 de abril de
1909. Los mozalbetes voceadores de periódicos inundan las calles de Madrid: “¡El
Imparcial!” “¡El País!”
“¡Nuevo Mundo!” “¡El
Liberal!” “¡Blanco y Negro! ¡Muerte de Lagartijilla! ¡Un
toro mata a un banderillero de la cuadrilla de Rodolfo Gaona! ¡Terrible
tragedia en la Plaza de toros de Madrid! Se trata del torero alcalaíno,
Fernando Romero (Lagartijilla), al que el toro Merino, de Concha y
Sierra, le infiere una certera cornada, el mismo día que la Banda Municipal de
Madrid estrena un célebre pasodoble, -¡una negra casualidad!- compuesto por el
maestro Martín Domingo en su nombre. Todavía suena tal espléndida composición
-una obra maestra- en las principales plazas
de toros. Con la llegada de las fiestas de san Jorge -con las
vaquillas embistiendo- se cumplen 104
años de tan infortunado momento. Va un recuerdo vestido de luces por él.
En fin, la vida en un
incesante pregonar. Pregones que quedan siempre en el corazón, que es donde
anidan los sentimientos de la vida. Las cosas están expuestas a continua
mudanza. Claro lo dice el Ingenioso Hidalgo de la Mancha desde la tristeza
final de su muerte: “Ya en los nidos de antaño/ no hay pájaro de hogaño”.
A pesar de los nuevos
tiempos, de avances tecnológicos, en un mundo casi de ciencia ficción, seguimos
oyendo las pisadas de los días. Apuntan los escolásticos que sin alma no hay
tiempo. Al final, como en el bellísimo verso de Calderón: lo que nos queda es
lo que no nos queda. El ser humano es más auténtico cuando sueña, porque por su
mente corre el agua más clara, como el alma primitiva que convierte los sueños
en imágenes. Rafael Alberti -que tanto quiere a Alcalá- troca los sentidos con la claridad de estos
dos versos:
Un recordar callado en el oído
y un sentir que en
mis ojos sin voz veo.
Como no se borran
nunca los colores de la memoria de un niño, nunca hay goma que borre aquellas
voces de Alcalá y, venidas de fuera, que hoy son como esa neblina velada que va
atravesando la lluvia. Como una boca de sombra o un eco fosilizado. Recordar es
una forma de soñar con los ojos de par en par. La vida es una película y la
memoria la cámara que la proyecta. Cuando se tira una piedra a una fuente de
agua clara, nuestra imagen se mueve en ondas calidoscópicas, para reaparecer
luego, lentamente, otra vez, y devolvernos la imagen no distorsionada. Pero ya
no es la misma. Es otra diferente tocada por el tiempo. Lo que aparece es otra
memoria nueva. En una y mil miradas diferentes. Como voces cautivas en el
tiempo y que siempre dejan un rastro de melancolía. Por eso, he reunido todas
aquellas voces pregoneras y las he tirado al agua y me ha devuelto todo ésto
que acabo de pregonar. Y todas aquellas imágenes se ven hoy como un aliento
lejano. Como el rumor de una amarillenta fotografía que vocea los recuerdos.
Nada ha cambiado pero
todo ha cambiado. “¡Todo baratito lo llevo! ¡Hoy tengo ganas de perder!”
La memoria por mucho
que la remueva el tiempo, siempre trae a la mente los recuerdos que nunca se
echan al olvido, por más que se escondan en los recovecos del cerebro. La memoria,
por muy feble que sea, siempre aparece en la cubeta del revelador fotográfico
que, como una imagen -en el cuarto oscuro- va surgiendo por arte de magia. La
memoria, si se le da pábulo y pabilo, siempre llega. Como en la espléndida
greguería de Ramón Gómez de la Serna: “Tenía tan mala memoria, que un día se
olvidó que tenía mala memoria y empezó a
recordarlo todo.”
Muchas veces, como
estos pregones que acabamos de recordar, parecen que no discurren. Que están
ahí siempre y que de un momento a otro van a romper en el aire de la calle y se
va a escuchar: “¡Yo oooooo eeeeeeee
lateeereeeoro!”
Llega la primavera
2013. Siempre hay que contar los años por primaveras. Hora de pregonar a todos
los vientos posibles a san Jorge patrón y sus fiestas. Unos días de diversión merecida. Un microcosmos alegre y
festivo en medio del paisaje del esfuerzo diario y las preocupaciones. Una
noble manera de liberalización con buen vino a discreción, música, baile y
fieras que embisten detrás del que tenga ánimo y valor de correrlas.
Todavía queda un postrero pregón en la chistera: el del señor Manuel
Ortega, el ciego de los cupones: “¡Iguales para hoy! ¡El número 13 llevo, que
también toca! ¡Iguales para hoy!” (Es el padre de Diego Ortega, buen torero que
es; pero no llega a figura ¡Cosas de la
suerte!).
Por eso ahora, pregono también la buena suerte y aparcamos por un momento
la alegría, esta fiesta de la alegría consumada, para acordarnos de tantas y
tantas criaturas que están y viven en la
religión del sufrimiento: los parados, los desahuciados de sus casas, los
pateras, los sin techo... a todas esas
gentes, que ni siquiera tienen el lujo
de llevarse un cacho de pan a la boca, al contrario de otros muchos, que
presumen de ser cristianos y no saben qué hacer con la bolsa del dinero, muchas
veces ganado sin honradez. Para todos va este pregón de esperanza para que, a
los que nada tienen, y el grito-deseo de que a toda la humanidad pobre, le
toque en justicia el premio gordo de una vida mejor ¿Para qué pedir más?
Las fiestas de san
Jorge, es sin duda una manifestación popular de alto valor estético, desafía el
paso de los tiempos, porque pregonan la alegría y la abierta amistad de todos
entre todos. Se mueve en un escenario sin par, con mucha intensidad cromática y
dinamismo, donde se comparte libremente el riesgo, siempre candente, de la
vaquilla y la pura diversión. La fascinación de ver a la gente correr alegre
con el peligro latente de unos pitones ciertos y a veces certeros. Menos mal
que, en esos días, san Jorge, se baja del caballo y pie a tierra canjea la
lanza por capote de brega y siempre está presto al quite. Menos mal. Así que
vamos a vivir contentos -tanto la gente de fuera como de dentro- esta fiesta
ancestral, auténticamente del pueblo, que se pierde en los arcanos del tiempo.
Una puesta en escena vibrante, con una increíble vista de la Iglesia grande en
lo más alto del pueblo, donde habita san Jorge; con su imponente torre
renacentista (¡a la que hay que restaurar ya de una vez, que todo hay que
decirlo y protestar!). Con sus portadas gótica y toscana. Y la Puerta del Sol
alcalaína o, más bien Puerta de los Vientos, de tanto como aprieta allí la
levantera. Y la plaza en general con el sabor y latido de otros tiempos. Todo
sigue igual pero distinto. En estos días las campanas de la Parroquia repican a
gloria a la vez que a fiesta. El que pueda y quiera venir, que venga, porque
los alcalaínos generosos le abren a la par el corazón y los brazos y el alma
misma si es menester. El mar no se
altera por muchos ríos que reciba. Son días de concordia y cordialidad. Donde
se fabrica por toneladas el buen rollo. Y mucha amistad ya sembrada, por
sembrar y por recoger.
Va un penúltimo
pregón sonoro -compuesto por Manolo Caro, tan genial y tan hermano siempre- que
suena ahora mismo, mientras que el
tiempo presente sus caras. Silencio. Es la voz
imponente y flamenca -¡y tan hermosa!- de Inma Torres, que pregona, por sevillanas, con mucho compás y aireo alcalaíno:
(Suena
la música)
Pregona con sus pinceles
entre la sierra y el mar,
las cosas de los Gazules
no me las puedo callar
porque me salen del alma
las tengo que pregonar.
Vagando por el laberinto de espejos de las calles de Alcalá, en esta primavera, la imaginación recrea a un pregonero, sin cuerpo, en una suerte de regreso al vivir posible. En estos días al clareo de la mañana, a la hora de los molletes que están calientes, un personaje de ninguna parte, llega desde el fondo de la memoria, va elevando la voz donde los vientos la lleve, en un pregón que ya -sin oírle- suena y resuena por estas calles nuestras con norte y sabor universal. Este voceador imaginario, llega como una golondrina más en la primavera.
Tal pregonero, no
existe más que en nosotros mismos, pero se oye su voz de claridades, sin
retórica, que sabe a pan de pueblo:
¡Ya llegan las fiestas de san Jorge,
a correr bien las vaquillas.
Hay que disfrutar a
tope,
quitarle
al reloj las manecillas.
Y la alegría erre que erre,
que el tiempo se va
y ya… hasta el año que viene.
¡Viva san Jorge!
(Huerto Pico del Campo.8 de abril 2013)
NOTA:
En éste enlace se puede ver y oír el pregón completo que retransmitió Una Cádiz Televisión.
http://www.unacadiz.tv/video/xxvii-pregon-de-san-jorge-2013-en-alcala-de-los-gazules/5165
NOTA:
En éste enlace se puede ver y oír el pregón completo que retransmitió Una Cádiz Televisión.
http://www.unacadiz.tv/video/xxvii-pregon-de-san-jorge-2013-en-alcala-de-los-gazules/5165
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