IV PREMIOS JUAN BELMONTE
2017, TERTULIA DE CAÑADA DEL ROSAL
2017, TERTULIA DE CAÑADA DEL ROSAL
(Textos para ilustrar videos)
El
Pasmo pensador (bronce. Jesús Cuesta Arana
- SANTIAGO MARTÍN (EL VITI)
-
TORRESTRELLA
-
GINÉS
MARÍN
-
TENDIDO
CERO
-
ARJONA,
FOTÓGRAFOS
Locución: Juan
Belmonte Luque
Realización:
Jesús Castro
Textos: Jesús
Cuesta Arana
Fotos; Andrés Alfonso Quiles,Eduardo Porcuna y Lara Menor
https://vimeo.com/238894868 (Pinchar en este enlace,llamado El Rincón del Carrosaleño para ver el acto completo.
https://vimeo.com/238894868 (Pinchar en este enlace,llamado El Rincón del Carrosaleño para ver el acto completo.
Los premiados con los autores de los videos proyectados.En primer plano Jesuli Castro, Juan Belmonte Luque(primero por la derecha) Javier Beca Belmonte (tercero por la derecha) y Jesús Cuesta Arana (cuarto por la derecha).
Alvaro Domecq con el alcalde de Cañada del Rosal,Rodrigo Rodríguez Hans
Santiago Martín (El Viti),en la historia y en la leyenda de la Tauromaquia con el escultor Jesús Cuesta Arana
Federico Arnás, eminente periodista,director de Tendido Cero con Jesús Cuesta Arana
Con Agustín Arjona, una excelencia en todo, un retratista retratado con Jesús Cuesta Arana
Una foto para el recuerdo sin fin: Su Majestad el Viti con Jesús Cuesta Arana, su más ferviente admirador en su persona y en su obra. Cómo el autor de estos textos le preguntara al maestro de Vitigudino si le había gustado el dedicado a él,le respondió: "No me ha gustado, me ha emocionado, cualquier cosa puede gustar pero emocionar es infinitamente más difícil".
El Faraón de Camas, con Jesús Cuesta Arana.Siempre da ilusión tan sublime momento con un grande entre los grandes y no solamente del Toreo,
A continuación van los cinco retratos escritos por Jesús Cuesta Arana
El Faraón de Camas, con Jesús Cuesta Arana.Siempre da ilusión tan sublime momento con un grande entre los grandes y no solamente del Toreo,
A continuación van los cinco retratos escritos por Jesús Cuesta Arana
(Ginés Marín, no pudo recoger el premio,pero envió un video justificándose)
SANTIAGO
MARTÍN (EL VITI)
Con unas simples iniciales y la
apócope de su pueblo, eleva su nombre y el toreo a rango de realeza: S.M. El
Viti. Su Majestad (El Viti). Serio, pero grave y alegre a la vez para armonizar
los contrarios. El gozo lo lleva por
dentro como se guarda la pena. Torero de Castilla la Vieja, enterizo, sin
adornos, ni recargos hueros. Pero, ¿su proverbial temple de dónde es? Iguala su persona con su
obra a la vez que el temple de acero de su poderosa espada. Espada que no es
para batallar, sino para coronar la suerte suprema como nadie. Se retrata en la
arena tal como es él. Imponente. Un respeto con terno de finísima seda y oro.
El toreo lo viste de luces y él viste de luces el toreo. Demuestra en el ruedo,
a las claras, que el torear no tiene geografía precisa, ni líneas imaginarias,
ni la emoción tampoco y por ende el ARTE.
La Tauromaquia del diestro de Vitigudino
se dibuja en el alma universal. Maestro y maestría con la capa, muleta y
estoque. Razón y corazón. A sabiendas de que el
toro siempre es una aventura, un misterio con dos pitones. Por
consiguiente, el torero renace cada tarde y hasta a veces nace de nuevo cuando roza la
tragedia. Nadie sale a la plaza a morir. Nadie. De ahí la seriedad de una pieza
de El Viti; aunque por sus venas corran ríos de vida ¿Hay algo más serio que un
hombre ante un toro bravo? La tristeza
es una cosa y la seriedad otra. Santiago Martín (El Viti), su Majestad, es un
caballero contante y sonante, sin dobleces,
que sale siempre con gravedad en el gesto, al encuentro de la alegría
del triunfo. Todo el goce está en el vuelo. Se toma la seriedad en serio, aún
en las tardes apoteósicas. Se juega de verdad la vida, como se toma el juego
cuando es niño en los días tiernos de Vitigudino. “¿Hay algo más serio que un
niño jugando solo?”, se pregunta Gabriel Celaya.
Diecinueve años de matador de toros
donde alterna con las figuras de cartel de varias generaciones: Bienvenida, Ordóñez,
Aparicio, Litri, Miguelín, Antoñete, Camino, Puerta, Curro, Ostos, El Cordobés,
Palomo, Paquirri, Paula, Capea, Manzanares, Dámaso González…Pero al Viti, antes de tirarse a las capeas, la madre
lo nace torero. Golpes y golpetazos. ¡Entrega
la vida entera y si hay otra, otra y otra para el Toreo! Tiene el sino de ser
elegido como uno de los lumbreras de la Tauromaquia. El valor del arte y el
arte del valor le labra su interior con temple y coraje excepcional. Remonta la
templanza con el carácter y la vergüenza torera. La soberanía de su imagen,
impecable, transparente. Desde que toma los trastos por primera vez, el vivir
le enseña que torear y saber torear nada tienen que ver, van por vientos
diferentes. Por eso eleva su toreo –el Toreo- a lo más sublime. De tal manera
que su media verónica, trincherazo, pase de pecho o el momento supremo no se despega nunca de la memoria. Nunca. Solo basta
con cerrar los ojos. Como los genios es sencillo sin interrupción. La memoria
le abre continuamente, como rayo que no cesa, la Puerta Grande. S, de serio, M,
de mayestático ¡Santiago Martín, el Viti!
TORRESTRELLA
Poner un pie en los Alburejos,
a la vera de Medina Sidonia; es adentrarse en una mística campera donde bulle
la fuerza ancestral del toro bravo. Ver allí y mirar, el retrato de don Álvaro,
por la estela que dejan las luces sureñas, con sombrero de ala ancha por tiara,
como sumo pontífice de una estirpe ganadera sin fin, con el fondo del castillo
mudéjar de Torrestrella, inspirador de su hierro o señas de identidad ganadera.,
No es fácil dilucidar si el legendario prohombre jerezano estira el tiempo o el
tiempo lo estira a él. Domina la vida y la vejez o se dobla con ellas con la
misma destreza que con el toro más avisado. Alterna con dominio sus facetas
como rejoneador de excelente vitola, responsabilidades
políticas, poeta de altos vuelos, ensayista documentado, conferenciante
erudito, agricultor como manda la casa, y sobre todo ganadero de historia y
abolengo y para rematar el cuadro,
tiempo sobra para una intensa vida social, bien conocida es su estrecha
relaciones con celebridades de la época, a la mente llega Manolete.
El toro bravo, siempre por dentro, en
las entretelas del alma, desde el instante que
se asoma a la vida con la frescura de la niñez. Desde el vientre de la
madre escucha el reburdeo de los
animales que le hacen soñar que soñaba: el toro y el caballo. Siempre en el convencimiento
que la raza brava nunca se marchita, brota siempre en la raíz y el misterio de
la tierra. La vida entera en el empeño,
al afán diario, de afinar y afilar la nobleza y la bravura. Una forma y una fórmula mágica de crear desde la
naturaleza viva y palpitante, a través de los cruces, selección y juegos consanguíneos, entre la alquimia y
la ciencia y el arte donde el ganadero
de Torrestrella, modela lo más cercano al toro ideal, bravo y noble. Con la
mente siempre despierta, tratando de descubrir –a veces con inseminaciones– ese
toro soñado, casi sobrenatural, que nunca sale, pero siempre se espera. Al fin
y al cabo es el toro quien reparte la emoción en la plaza. El toro es el amo y
señor de la Fiesta. Si un milagro es ser figura del toreo ¿Qué decir del
ganadero? Don Álvaro Domecq y Díez al que hay que añadir otro apellido, Torrestrella,
se adentra como nadie en el misterio del animal más totémico y enigmático. El
viejo ganadero, después de una fecunda vida, ligero de equipaje se va cielo arriba,
pero su obra sigue con la llama encendida a manos de su hijo Álvaro Domecq
Romero, también rejoneador de excelencia. Ahí está la historia viva y
palpitante como el corazón de la tierra.
Así remata don Álvaro, su imprescindible
libro El toro bravo:”Ya junto a la chimenea,
que con su fuego y su luz, me ha dicho de toros, me quedo semidormido, cantiñeando
un fandango, que compuso mi hermano (Juan Pedro) un día que soñaba como yo”: La luz del amanecer/ daba en tu reja floría / la luz del amanecer/yo pasé con la corría/ y un fandango te canté/ pa
darte los buenos días.
Con fondo de reses bravas, cabalga Alvarito, pegado, sin remisión, siempre a su diminutivo
de niño eterno, aunque sea todo un señor de respeto, a su lado va perenne la
sombra de otro jinete con aura de leyenda. Es fácil adivinarlo.
GINÉS
MARÍN
Ginés Marín, a pesar de su
juventud no es óbice para ser todo un doctor en Tauromaquia. Es la única
carrera en que se puede doctorar, en la más tierna edad, a veces casi en la adolescencia.
Ahí está, la historia, Joselito el Gallo, por ejemplo, y un sinfín de casos.
Más que un privilegio es una grave responsabilidad. Con prontitud le llega el
peso de la púrpura. El público le aprieta más las clavijas. Ya lo advierte con
meridiana claridad, hace dos milenios Hipócrates: “La vida es breve, el arte,
largo; la ocasión fugaz; la experiencia engañosa; el juicio difícil”. Ginés
abunda en la creencia que el artista nace y luego el talento, la aplicación, la
entrega, la inspiración hace todo lo demás, con el objetivo final de emocionar,
hacer caer bruscamente la conciencia en lo mágico. No tarda en asimilar que la
juventud no es un tiempo de vida, sino un estado de espíritu. Quien sabe y
siente la belleza por los poros jamás envejece.
Madrid 25 de mayo de 2017, día señalado
pasa siempre, gracias a la divina bolita
sale en suerte el toro Barberillo de
Alcurrucén. Al mismo tiempo que aparece un sueño por la puerta del chiquero, al
joven torero se le empareja con otro sueño interior por la Puerta Grande. Dos
sueños en uno y un triunfo verdadero. Cuando los sueños se palpan, señal es que
se está despierto. Para Ginés el sueño nunca duerme ni de noche ni de día. ¿Que
es la vida al lado de un sueño?
En el planisferio sentimental de Jerez
de la Frontera, Medina Sidonia, un niño “rubichi” se le enciende la afición de
la mano de su padre, Guillermo Marín, picador y guardia civil ¡tricornio y
montera! Caso único. Ya no hay vuelta atrás al chaval despierto y tímido a la
vez le soplan los primeros vientos toreros. Luego el tren toma rumbo a Badajoz,
la Escuela de Tauromaquia, Olivenza, otras atmósferas que traza ya a un torero.
Camino hacia el triunfo a sabiendas que como las musas, la suerte llega cuando
se torea, se está delante del toro. El misterio está en la perseverancia, capacidad,
sacrificio, vocación y sobre todo amar con pasión lo que se hace.
Ginés Marín, levanta pronto el vuelo, tiene
que llegar la hora y el momento de que el sudor se transforme en lágrima emocionada.
Ocurre como está escrito. Si no se está preparado para llegar a lo más alto no
debe sorprender nunca el fracaso. El torero jerezano-oliventino presenta el
alma tranquila, pero de hervor interior, habla templadamente, sin
esforzar, cada palabra, cada gesto.
Sencillo como los grandes. Al socaire de la filosofía belmontina, su interior,
se transparenta con su acento torero.
Quedan todavía muchos Barberillos por salir y puertas grandes
y…
Ginés Marín de vida flamante, sigue
y sigue la historia, paseíllo a paseíllo, siempre en la fe ciega del certero
aforismo de Antonio Machado: “Hoy es siempre todavía”.
TENDIDO CERO
Tendido
Cero
viene a ser una suerte, por entrega, de la vida y prodigios del Toreo. Su finalidad es interesar a los públicos en
general y a los entendidos en particular. Es sin duda el programa taurino por antonomasia.
Con más predicamento por su contenido,
formato, y contrastada profesionalidad. Un paradigma. Desde aquella primavera,
abril de 1986, cuando se abre a la luz y a las ondas, es fiel espejo y reflejo
de la Fiesta, desde sus múltiples perspectivas y miradas.
Encomiable Fernando Fernández Román y sus
colaboradores, por sus labores ponderadas y doctas tanto en la información como
en las añoradas retransmisiones en directo. Tras uno y mil avatares ahí está Tendido Cero, siempre con su terno de
luces por estrenar. Abierto, sábado a
sábado, a un nuevo paseíllo con las
ilusiones despiertas y la afición que no cesa. Siempre, acorde con los tiempos,
desde la claridad, la amenidad, la crítica responsable que exige tres saberes
elevados por la divina gracia y el talento. Un saber histórico, el conocimiento
amplio del devenir de la tauromaquia desde sus inciertos orígenes. Un saber
técnico sobre el rico muestrario de las suertes y sobre todo valorar ecuánimemente
el concepto de cada torero. “Ca uno
es ca uno”, dice el fabuloso Rafael
el Gallo. Un saber teorético o teórico que trata de indagar el toreo y su
relación con la vida humana. Sin palabrería, juego florales y gramática parda.
Con buen decir, la palabra lo más ajustada y correcta posible, sin casticismos,
ni vulgarismos extemporáneos. Conscientes siempre que a información sin
contrastar sesgada o partidista aliena la cultura periodística. El Toreo, es un
riquísimo compendio que abarca todas las disciplinas artísticas, científicas y
culturales. Guste o no guste.
Puerta de los triunfos para Tendido Cero, de par en par siempre, con
su encomiable equipo redactor, impoluto, elegante, de quitarse la montera o el
sombrero: Federico Arnás, Javier Hurtado, Belén Plaza, Carlos Villasuso y un
soporte técnico con la realización impecable de Miguel Ángel Esteve, la
minuciosa producción de Raúl Vicente, completan el cuadro Mara Esteve y Mario
Bacho y otros nombre anónimos indispensables que afiligranan con maestría las crónicas, información,
divulgación, entrevistas, retratos, efemérides, con sus imprescindibles gotas de humor, desenfado y
poesía para atenuar, en lo posible, los vientos de tragedia, por mala sombra,
que a veces sopla.
Tendido Cero, número
mágico, no solamente representa el vacio, sino un punto de partida que carece
de principio y fin. Una enigmática claridad que puede serlo todo, como ausencia
de limitaciones en mundo material. Eso es Tendido
Cero, un tendido, no visible, que existe y no existe. Con la tangible
realidad que cada sábado aparece encendida, a toda pantalla televisiva. Espacio
para la afición vieja y por descubrir –con la ilusión del niño por los dibujos
animados–, para ver de cerca, a un palmo
de la vista, por donde va y viene el norte y el viento del Toreo. ¡Va por Tendido Cero!
ARJONA
En el principio es un hombre
pegado a una cámara fotográfica con más pasión que afición ¡Qué ya es decir! Se
llama Agustín González Arjona. Retrata la Época Dorada del Toreo: José y Juan.
Un cazador, un captador, del momento fugitivo. Corre flamante el siglo XX. Se
hace su propio álbum donde guarda buen retazo de la memoria colectiva sevillana
y de la Maestranza. Además, por si es poco, le da al dibujo que es un primor.
Un artista en suma. Pero la voz de la
sangre aprieta por dentro, sin descanso, hasta que aparece encuadrado en el
objetivo el retrato de la casa por excelencia: don Pepe Arjona. Con él la
historia se queda corta. Su vida como la buena soleá de Triana no cabe en el
papel. Irrepetible, como cada una de sus fotografías. En cada imagen se
autorretrata aunque no aparezca él físicamente. Un fotógrafo de seda y luz.
Vestido de luces. Torero quiere ser. Compañero de afición del Sócrates de san Bernardo,
de Manolo Vázquez, y también con Ordóñez, el coloso de Ronda, llega a pisar la
arena. Hasta vestido de torero, entre los trastos, no falta nunca la cámara de
su alma. Difícil es saber, a ciencia cierta, si es un fotógrafo torero o un torero fotógrafo.
Lo mismo le llega el soplo divino. Cuenta
el periodista Juan Belmonte Luque, que le oye decir a su padre, inolvidable
Juan Belmonte Fernández, matador de toros, que a su tío el Pasmo de Triana le
encanta ver torear en la placita de Gómez Cardeña a Pepe Arjona: “A ver, que-que-que-
salga el fotógrafo que quiero verlo”.
¡Qué grandes fotos le tira al genio trianero! Lo capta como nadie con su magia
y tragedia en claroscuro.
Con
Agustín Arjona la firma persiste, brilla, con sus mejores bordados.
Perfeccionista. Estudioso. Observador. Casa como nadie la ciencia y el arte de
la fotografía. Se arrima y domina, con grandeza, tanto el toro en la plaza como
en el campo, –hasta llega a sentir de cerca el bufido inquietante del animal
bravo en algún festival–. Crea un estilo, agarra el instante preciso cuando la
estética alcanza su máximo esplendor, porque a través del objetivo poetiza siempre con la mirada.
Trae un latido nuevo, acorde con los tiempos, aunque, eso sí, con la misma
pasión de aquellas fotografías sepiadas, amarillentas y en blanco y negro de
los antepasados. Las mejores imágenes son las que alborotan por dentro. Las que
empatizan en lo posible con los demás. Mirar con el pensamiento en otras miradas. Eternizar los momentos
que pasan desapercibidos. Agustín entra de lleno, como su padre y toda la generación Arjona, que para expresar
la Fiesta, desde cualquier disciplina,
artística si se sabe torear o se vive intensamente, mejor que mejor. Marcados
todos, con el peso de la herencia, en la misma voluntad de ser figuras.
La leyenda no cesa desde el primer
Agustín, Pepe el mítico, Agustín, Joaquín, otro Agustín, todos en la misma
sangre crean toda una hemeroteca y nutrida bibliografía de imágenes imprescindibles
para ver, sentir, estudiar y comprender
la Fiesta de los Toros. Cada uno desde diferentes
épocas aporta su talento y llamada ingénita con amor
apasionado, maestros en la luminosidad, la sombra y la composición, una
fotografía, desde su quietud, es una obra de arte, que invita al movimiento.
Todos, carne de leyenda. Publicaciones como Dígame,
Diario de Tánger, El Ruedo, Fiesta Española, ABC, El Correo, Aplausos, Diario
de Sevilla, Nuevo Burladero, Tauromedia,
y puntos suspensivos, lo corroboran.(Hasta París
Match le publica una imagen de Ava Gadner que da la vuelta al mundo). En fin,
un exquisito Mural de la Fiesta que abarca todos los ángulos y perspectivas y
un nunca acabar de retratos de protagonistas, desde la celebridad, al personaje
más conspicuo o a la gente humilde, ya
sea en el bulle-bulle de la ciudad y la atmósfera quieta del campo. Y la cuerda
del reloj no para aunque le quiten las manecillas. Todos ellos, sin solución de
continuidad escriben con luz, eso
significa la fotografía, una Historia universal del Toreo, su magia y su mundo,
a veces con sombras mal avenidas, retratos a retratos. Imágenes sobre imágenes.
La fecunda obra de los Arjona no hay
goma que la borre porque está, al unísono, en la memoria y en la historia y
además con alma propia. Son antes que nada retratistas que salen a torear con la mirada,
cada tarde, por los siglos de los siglos, –ya pasan más de cien años, cuatro generaciones–
y lo que queda por bailar. Siempre, si se atiza la imaginación, aparece una
mano invisible que firma: ARJONA.
Fragmento escultura El Pasmo pensador, (obra de Jesús Cuesta Arana)